Carta abierta de la presunta víctima del caso Galaz
Por Magalí Galaz (*)
Él festeja, yo me desangro. Y es literal. En este momento estoy internada con una hemorragia que no cesa. Llegué al límite, mi cuerpo dijo basta. Pero está bien, porque yo la víctima ¿A quién le importa la víctima? A la justicia, no. Solo importa lo que él quiera, como él quiera, cuando y donde él quiera. Siempre fue así y aparentemente siempre va a ser así.
El 11 de noviembre comenzaba el juicio, desde hacía meses me venía preparando para poder llegar lo mejor posible. Lógicamente me sentía asustada y nerviosa, pero también enormemente aliviada porque al fin se comenzaba a cerrar este infierno. ¡Qué tonta fui! Un día antes, la mañana de ese lluvioso jueves 10 de noviembre salí del Poder Judicial y un rato después, por “coincidencias de la vida” llegó su buen amigo el senador.
Enseguida me avisaron que se suspendía el juicio. En el momento no me dijeron porque, de hecho, me enteré por los medios del motivo.
Pero también está bien ¿Por qué tomarse la molestia de informar con la verdad a la víctima? Esa noche terminé de quebrarme cuando leí en Internet mi nombre en un escrito de su abogado. Otra cosa que está bien ¿Qué importa preservar la identidad de la víctima?
Me recuerdo tirada en mi cama con la almohada húmeda por las lágrimas ¿Mientras, qué hacia él? Festejaba con música en su casa.
Estrategias de los abogados para ganar tiempo, las llaman. Duele que esas estrategias le den más beneficios a él y me sigan consumiendo la vida a mí.
Sabiendo que mi nombre ya estaba por todos lados y esforzándome, como siempre, por sacar algo bueno de toda la basura decido que ya era el momento de hacerme cargo de mi nombre, de mi historia, de mi lucha. Encontré mi voz y decidí usarla. Gran decisión personal, pésima decisión a nivel legal. Esa carta tan sanadora para mi dejó ver mi forma de ser y no soy una “buena víctima”, no encajo en el perfil.
La justicia tiene una idea de víctima: delicada, sumisa, frágil, que no levanta la voz. Aparentemente si no encajas en ese cuadrito no sufriste lo suficiente. Empoderamiento es mala palabra.
Él ya firmó el acuerdo, defensa y fiscalía también. Yo propuse unas condiciones que harían que fuese un acuerdo un poco más reparador para mí.
Pasan las horas, los días, las semanas y yo sigo acá, esperando su respuesta… esperándolo a él, como en todo el proceso.
Algunos me dicen que es un buen acuerdo, que pasar un solo día en la cárcel es terrible y les creo, pero ¿saben le que es pasar un minuto siendo abusada? ¿Lo que queman esas manos? ¿Saben lo petrificada que quedás cuando sentís su respiración en el cuello? ¿Saben lo que es el nudo en la garganta conteniendo las lágrimas porque sabés que si ve tu dolor se excita más? ¿Alguien sabe lo desesperante que es esa cárcel?
PD: Sobrepasada por la cantidad de víctimas que se contactan conmigo sigo comprometida a acompañarlas desde donde pueda y lo primero que les digo es que constituirse como querella desde el primer momento del proceso legal es fundamental. Al no hacerlo ves el partido desde afuera, no podés intervenir
Que mis errores sirvan para que otras no los cometan.
(*) El nombre se publica toda vez que la joven hizo pública la misiva con su firma.