Más de 75 años con la música
Raúl Barboza vuelve a Reconquista
El eximio acordeonista bonaerense y reconocido mundialmente llega a la cabecera del departamento General Obligado para celebrar con su público. La cita es este martes 14, desde las 21, en el Teatro Español.
Nacido en Buenos Aires, su esencia está impregnada del río Paraná y el susurro de los quebrachos, un legado que lo conecta profundamente con sus raíces. Es que Raúl Barboza no solo toca el acordeón; lo respira. Desde el momento en que el aire se transforma en música, el mundo parece detenerse para escuchar.
Hijo de un Chamamé que nació sin pedir permiso, en los patios de tierra y en las fiestas de pueblo, Barboza ha llevado este sonido a los teatros más elegantes de Europa, convirtiéndose en un embajador de la cultura argentina.
Desde muy joven, Barboza mostró un talento excepcional. Su padre, un correntino entre tantos en Buenos Aires, le puso un acordeón entre las manos cuando aún era un niño, y así comenzó un viaje que lo llevaría a convertirse en un prodigio musical. A los 9 años ya deslumbraba con su habilidad, y a los 12, se presentaba como intérprete profesional. Para él, la música no era solo un oficio; era su raíz, su identidad. El Chamamé, con su melancolía y alegría entrelazadas, se convirtió en su lenguaje, una forma de contar historias de un mundo que se desvanecía.
Con el tiempo, Raúl cruzó el océano y se estableció en París, una ciudad que le ofreció un hogar para sus sueños. Allí, en un lugar donde el tango ya había echado raíces, Barboza introdujo un sonido diferente: el del litoral argentino. En escenarios donde el Chamamé era desconocido, su acordeón hablaba un idioma universal que todos podían entender. Francia lo acogió con los brazos abiertos, y él llevó consigo el espíritu de Corrientes y Misiones a festivales de jazz, conciertos de música clásica y eventos folclóricos. Sus dedos danzaban sobre las teclas, y el acordeón lloraba, reía y bailaba en perfecta armonía con su ser.
A lo largo de su carrera, Barboza no temió a la innovación. Sus discos son una fusión de Chamamé puro, improvisación y ecos de otros mundos, donde lo tradicional se encuentra con lo moderno. Sin embargo, nunca olvidó sus orígenes. Es un hombre de río, de mate amargo y palabras suaves, que regresa a Argentina con frecuencia. Cada vez que lo hace, el público lo recibe como a un viejo amigo que vuelve a casa, aunque nunca se haya ido del todo.
Hoy, a sus 86 años recién cumplidos y una trayectoria que lo ha llevado a más de 30 países, Raúl Barboza está de gira nuevamente en su tierra natal. Este martes 14 pasará por Reconquista, según sus palabras, “para brindar su música y recibir el cariño de toda nuestra gente”. Es que el Chamamé que emana de su acordeón suena como un abrazo, cargado de la memoria de su padre, que le enseñó a tocar, y de su madre, que lo alentó a soñar. Cada nota evoca los paisajes del litoral, con su calor y verdor, que siempre lo acompañan, sin importar la distancia.
Cuando Barboza se sube al escenario, el tiempo parece retroceder. Sus manos, ágiles y precisas, llevan consigo la madurez de un hombre que ha vivido con la música como su brújula. Desde Corrientes hasta París, el público cierra los ojos y se deja llevar por el acordeón que narra historias de amor, nostalgia y esperanza. “Mi música no tiene fronteras”, ha afirmado, y es cierto. Raúl Barboza es un puente entre mundos, generaciones y emociones. Gracias a él, el Chamamé ha trascendido su origen, convirtiéndose en una música del mundo.
En cada presentación, el silencio inicial del público se transforma en aplausos y lágrimas. La gente siente que está ante algo único, una voz propia, que no necesita palabras para emocionar.
Raúl Barboza, con su acordeón al pecho, se convierte entonces en ese río que cruza mares y lleva consigo la esencia de un pueblo. Y cuando el concierto termina, no hay despedidas, solo un hasta luego. Porque la música de Barboza queda resonando en el corazón, como un eco que nunca se apaga.